La toxicomanía generalizada [1] y el empuje al olvido

Ernesto S. Sinatra

Publicado el: 2016-05-03

    


El papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de
la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles...

 

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La toxicomanía generalizada [1] y el empuje al olvido


Ernesto S. Sinatra


1. Todos los individuos son objetos de consumo[-1]



El papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de
la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles
indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca de un
cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de
repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre... Entonces,
traté de explicar que había algo tranquilizador...Hay un palo, de piedra
por supuesto, que esta ahí, en potencia, en la boca, y eso la contiene, la
traba. Es lo que se llama el falo.

Es el palo que te protege si, de repente, eso se cierra.

Jacques Lacan, marzo de 1970



Hoy, la red Internet universaliza el mercado de los consumidores por las
autopistas informáticas a un ritmo de vértigo. La circulación libre de
imprescindibles informaciones científicas se cruza con intercambios de
materiales pornográficos, con ventas de armas cada vez más sofisticadas y con la no menos libre ?y variada? comercialización de drogas. La biblia
con el calefón se ofrecen en los escaparates de la modernidad:

La libertad del hombre, meta proclamada como el objetivo humano por
excelencia, habría sido alcanzada por la vía de los gadgets.

Al respecto, pocos meses atrás ocurrió un hecho que no ocupó un lugar
destacado en los medios, pero que no pasó desapercibido para quienes
estamos preocupados por los destinos de la subjetividad. Un ama de casa
obesa, aburrida y teveadicta ?verdadero prototipo de mujer anónima? ?se pasó? a Internet, silenciosamente. Pero, un buen día, esta mujer aparece brutalmente asesinada, con vestigios de haber sido violada a repetición.
El desconcertante asesinato conmovió a la policía estadounidense, quien ?a la mejor manera de las películas de acción más taquilleras? supo elucidar el caso. Siguiendo las pistas de sus comunicaciones por Internet
descubrieron al culpable, quien había acordado encontrarse con la víctima
para ejecutar el crimen. Todo surge a partir de un peculiar mensaje que
ella emitió en el que condensaba sus condiciones de goce: demandaba un
hombre que la hiciera gozar sexualmente...hasta morir. Curiosamente, el
hombre que la satisfizo también compartía con nuestra heroína moderna un rasgo: un ser apacible, sin antecedentes penales ni policiales; en
síntesis: un hombre común.

Constatamos el modo por el cuál un fantasma pudo ser realizado por
Internet haciendo existir una relación sexual mortal ¿Y el palo en la boca
que traba, al que Jacques Lacan hacía referencia? De un modo grotesco, la
tecnología se ha puesto al servicio del hombre para comunicarnos más y
mejor, es decir para permitir a una mujer encontrar un ?cocodrilo? a su
medida.

Evidentemente no podemos deducir de esto la premisa ?tonta?
anti-progresista que repudiaría el valor en sí mismo de los gadgets ?es
decir, de los dispositivos tecnológicos fabricados a escala planetaria a
los que aludía Lacan? pues se trata de otra cosa: el bien de una persona
no coincide necesariamente con su bienestar, y todos los medios son
válidos para que los individuos procuren lo que desean[2], hasta el de
hacer existir a un Otro cruel como victimario, a partir de un individuo
?perfectamente? anónimo.

Precisamente, Jacques-Alain Miller caracterizó la época actual por el
predominio del plus de gozar sobre el ideal: El imperativo superyoico de
goce que impulsa el mercado capitalista indica: ¡Todos consumidores![3]

Un empuje a la ?toxicomanía generalizada hace sentir su dureza. La
declinación del padre del nombre es emblemática, la insuficiencia de los
?palos de piedra? se torna inquietante.

El reemplazo del ideal por el plus de gozar, no es muy difícil entenderlo,
basta con encender un televisor. Las identificaciones de los hijos de
nuestra era es cada vez más a rasgos de personajes (frecuentemente
cínico-sanguinarios) tomados de programas de la TV, que de sus padres o
familiares. A decir verdad, y cada vez más, la familia es la TV ?
espectador omni-voyeur que entra en nuestros hogares, ya sin necesidad de disfrazarse de cocodrilo.

Es en este sentido que la paradoja mayor de esta sociedad post-industrial
y de riesgos crecientes demuestra la verdad del todos consumidores: ¡Todos los individuos, objetos de consumo!



2. La toxicomanía generalizada y la farmacología ?redentora?

Pero hay más aún, la ciencia intenta responder al sentimiento de
desolación que recae sobre los individuos, cada vez más apremiados en sus condiciones de existencia por razones económicas (aunque preferiríamos decir, por razones de mercado).

Por ejemplo, desarrollos de la neuro-psiquiatría parecían alcanzar la
promesa de una cura a la depresión contemporánea[4], hasta llegar a
anunciar el posible logro de una felicidad química con la fluoxetina. El
debate se plantea a partir de nuevas coordenadas: los dilemas éticos que
recaen sobre los agentes de las drogas (de psicofármacos permitidos)
acerca de supuestos bienes que llegarían incluso a ?modificar la
personalidad?. Curiosamente, su impulsor más notable ha sido un psiquiatra que escribió un ?best-seller? en los EEUU llamando a la droga, sin ambages, por el nombre con el que es comercializada por uno de los
laboratorios. Además, su ?autor? dice escucharla[5](??).

El debate actual sobre la aplicación generalizada de fluoxetina para los
niños ?deprimidos? no deja de alarmarnos.

Pero la pretensión de lograr el ?bien común? incluye los estragos que a
menudo esas mismas ?drogas redentoras? producen, desempolvando su brillo mesiánico. Tal vez el palo de piedra en la boca del cocodrilo-Prozac, haya sido colocado por el azar más insospechado. Sin ir más lejos podríamos decir ?con irónica justeza? que el Prozac mató a Lady Di, ya que el chofer que la estrelló no sólo conducía alcoholizado sino que además consumía Prozac, y tal mezcla suele ser un cóctel que ha demostrado ser algo más que insalubre.

Casualmente, hoy tal vez algo alicaída en los últimos acontecimientos
luego de su éxito arrollador en el mercado farmacológico (y editorial) la
droga amenaza ser reemplazada por un yuyo: la hierba ?hypericum
perforatum?, más conocida como ?hierba de San Juan? y cuya propiedad más inquietante para los laboratorios es que se consigue en las herboristerías (no en las farmacias) y que su precio es ínfimo en comparación con el de la fluoxetina.

Otro interesante debate acerca del ?avance? de la psiquiatría-farmacológica se ha desarrollado en torno de los casos de síndrome de fatiga crónica. Este ?primo hermano? de la depresión se ha presentado en la máquina de gozar más popular promoviendo feroces enfrentamientos: En Washington, mientras transcurría casi rutinariamente un programa de entrevistas televisivas en el cual un médico defendía las causas biológicas de tal síndrome (que al parecer él mismo padecía), encontró en Elaine Showalter ?activa feminista y profesora de literatura inglesa y estadounidense? una decidida oposición argumentativa.

La paradoja química fue que el susodicho afectado de fatiga crónica,
demostró frente al verdugo-TV una suerte de ?curación espontánea?, pues se vio de tal manera acelerado su ritmo sanguíneo, que a la salida del
programa alcanzó a su opositora y le dijo que esperaba que su vida se
arruinara y añadió: la vamos a despedazar. Este cocodrilo parece ser más
respetuoso que los anteriores, al menos abre primero su boca para
amenazar.

El problema comenzó para Showalter desde la presentación de su libro
Hystories: epidemia histérica y medios modernos, cuya tesis principal es
que ?el tipo de epidemia histérica de la que la gente hablaba en los
siglos XVIII y XIX existe hoy?. Por ello afirma que tanto la fatiga
crónica como otras epidemias (memoria recuperada, personalidad múltiple, síndrome de la guerra del Golfo, gentes raptadas por alienígenas o que dicen requerir rituales satánicos) constituyen formas actuales de la
histeria[6].

El medio académico de Washington se ha visto desbordado no por la
especificidad teórico-científico del debate, sino por la violencia del
enfrentamiento: la acusaron de nazi, le enviaron mensajes obscenos; hasta la acusaron de muerte (!!!).

Lo curioso del caso es que ?tal como lo comenta el cronista? el
cuestionamiento del orígen biológico del síndrome no indica que Showalter
no lo tomara en serio. Mas bien, pareciera todo lo contrario. Entonces ¿se
tratará de intereses profesionales articulados con económicos o (¿y?) tal
vez al poner en duda la existencia misma del síndrome biológico la
seguridad ontológica de ser ?enfermo de eso? trastabilla y entonces la
pastilla redentora podría no curar más? ¿Y los laboratorios entonces?

Pero lo más interesante para nosotros es que un siglo después de haber
fracasado la introducción de Freud de la ?peste? psicoanalítica en los
EEUU, una mujer anglófila y feminista, y que ?además? no se dedica al
psicoanálisis, devuelve finalmente sus blasones a la histeria. Histeria
que llevó a Freud al psicoanálisis y que el DSM IV condena hoy a la
forclusión a partir de su nueva hoguera cientificista.

Algo más: en su libro está ya la impronta lacaniana: las hystories
?condensación de Jacques Lacan entre historia e histeria? transmite aunque de un modo colateral la peste que ?finalmente? comienza a afectar el modo de gozar estadounidense. Showalter, esa mujer, parece haber sido su ?palo de piedra?. Aunque tal vez, y no menos, un aggiornado ?cocodrilo? de última generación ?inventado? por el sector neuro-farmacológico a la medida de su goce.



3. El goce de la muerte y el empuje al olvido[.2]



Hace muy poco tiempo, una campaña publicitaria de jeans se difundió en la Argentina. Al igual que tantas otras campañas, apuntó al segmento del
mercado catalogado como adolescente[7].

Como siempre, se trata de vestir al objeto con ropajes tan exóticos como
sorprendentes: para ello, la publicidad se sostiene en trazos
metafórico-metonímicos que no son con-naturales al objeto publicitado.
Como es sabido desde el dispositivo psicoanalítico, esta circunstancia no
es anecdótica pues responde muy precisamente a la des-naturalización que el lenguaje imprime a los hablantes (lo que se verifica en las desdichas que se producen en el intento de los usuarios por localizar la referencia de un modo unívoco). Por ello, esta condición estructural de lalengua nos permite considerar un rasgo que explota la publicidad moderna: la caracterización ?antinatural? del objeto referido.

Es este punto con el que quiero encuadrar mi comentario[8]: ?el aviso
muestra a un grupo de jóvenes con un contrapeso que los hunde en el fondo de un río. Tienen las manos sujetas a la espalda y los pies encadenados a bloques de cemento. Uno de ellos, el que está en primer plano, aún está vivo, ya que salen de su boca agónicas burbujas que buscan la superficie.
La leyenda del aviso está en inglés ?sólo es una modalidad de los tiempos
que corren? y dice: "No son tus primeros jeans, pero podrian ser los
últimos. Al menos dejarás un hermoso cadáver"?.

Desde una lectura técnica, podemos verificar que hay un producto de
consumo masivo destinado ?con preferencia? al mercado adolescente, el que es asociado con la muerte, un valor especialmente ambivalente[9] que se constituye en el elemento central de la publicidad.

En este contexto la díada jeans-durabilidad adquiere por su conexión con
muerte un sesgo inquietante. Es decir, si anotamos la discordancia
jeans/durabilidad, por un lado, y muerte, por otro, se configura en la
mostración una serie metonímica: jeans-durabilidad-muerte, que introduce
lo perecedero de la subjetividad (muerte) en un producto supuesto de alta
durabilidad (jeans). Aquí pasamos al impacto subjetivo central de la
publicidad: los cadáveres:

Entre las supuestas víctimas hay diferencias, las que ?en principio? no
pasan por la calidad del producto, sino por la altenativa vivo-muertos:
están por un lado los que ya han muerto ahogados, y por el otro sólo uno
que aún permanece vivo.

Es entonces que, a partir de un deslizamiento metonímico y por una
proyección temporal, lo hermoso que califica en el aviso al cadáver pasa a
metaforizar por alusión al jean publicitado. La enunciación podría
situarse de este modo:

goza de tus jeans por sobre todas las cosas, hasta la muerte,
diferenciéndote en esa pequeña diferencia de tus semejantes: es que con
tus jeans estás vivo, y eres hermoso. Si aún así prefieres morir, hazlo
con estos jeans. También un hermoso cadáver hace la diferencia...

Si el contenido del mensaje parecería ser cínico, en verdad también es
canalla, pues aparentando aceptar que sólo existe el propio goce para cada cuál, se oculta otra faz del mensaje por la que la marca de referencia se coloca más allá de la vida y de la muerte, legislando sobre todos y para
todos.

Podríamos continuar despejando procedimientos de semiótica convencional o de gramática contextual, pero no es ese nuestro objetivo. Sólo queremos anotar una diferencia radical que se manifiesta en nuestra época; pues si bien es cierto que este tipo de comerciales no es totalmente novedoso[10], hoy un cambio radical se ha producido en la política publicitaria: El principio del placer ya no rige la totalidad del dominio del marketing; ya no es sólo la medida del goce fálico que vale para todos, ofreciendo sólo bellos automoviles asociados con bellas mujeres. Ahora hay un plus de goce que marca la diferencia, quebrando las barreras del principio regulador del placer.

El horror que se muestra en la campaña de los jeans Diesel va más allá del principio del placer, no está ya regulado por el falo en el nombre del
padre[11]. Muestra el otro lado de las garantías, el desamparo del sujeto
confrontado con la inexistencia del Otro. En esta publicidad no hay
comités de ética[12] para suplementar tal falta de garantías, hay lisa y
llanamente, la promoción del horror, en ?nombre? del goce.

Por ello, digámoslo sin ambages ni eufemismos: este aviso
publicitario atenta esencialmente contra los derechos humanos. Ya que no
sólo indica el horror de la muerte (y lo hace de un modo singular,
especificando una forma precisa de morir), sino que se produce en un país
en el que la dictadura militar asesinó a miles de ciudadanos. Muchos de
ellos, precisamente, fueron asesinados del mismo modo, es decir con el
mismo método de fondeo que se muestra en el aviso [13].

Por ello, existe otra iniquidad cometida, casi tan inquietante como la
anterior: la promoción cínico-canalla del goce de la muerte es combinada
con un empuje al olvido generalizado. Ya que haciendo uso de una forma
aparentemente ?ingenua? de cinismo ?juvenil?, se pretende neutralizar
?relegando al olvido? nefastos procedimientos de tortura y asesinato
empleados por la dictadura militar. Se transforma en ?juego de imágenes?
lo único que tal vez escapa verdaderamente a la pragmática de los juegos
de lenguaje: los cadáveres reales, producto de crímenes de lesa humanidad.

Se infiltra de este modo un ?tratamiento substitutivo?[14] que aplasta al
mismo tiempo a la memoria histórica y a la subjetividad.

Esos cadáveres reales, en su memoria y en la de los derechos humanos,
deben ser un límite ético de la parafernalia publicitaria.

Me viene ahora a la memoria otra publicidad lanzada en esos años trágicos, en los que la segregación alcanzaba su máxima expresión en el exterminio sistemático planificado por el Estado. Años en los que ser joven era identificado con ser subversivo ?o drogadicto?. Para responder a los
cuestionamientos de las Asociaciones de Derechos humanos por los
atropellos cometidos, la dictadura inventó un slogan cínico/canalla: ?los
argentinos somos derechos y humanos?. Es decir, un equivalente de ?aquí no ha pasado nada, por lo tanto, no ha lugar a investigación alguna, por
institución (internacional) ninguna?...



4. El empuje al olvido: una clave del cambio de siglo

El empuje a la toxicomanía generalizada ?que localizamos como
caracterizando a nuestra actualidad? encuentra su complemento ideal en el empuje al olvido generalizado articulado con el goce de la destrucción.

A partir de estos desarrollos, podemos señalar una diferencia entre el
final de siglo pasado ?freudiano? y el actual, ?lacaniano?.

Ya que, por ejemplo, no es el mismo olvido el que se ha puesto en función
en ambas épocas: De las grandes amnesias histéricas de fin de siglo pasado a la historicidad auto-recusada de los toxicómanos de este final de siglo, hay un abismo.

Por ello es necesario interrogarnos por qué acompañan hoy al olvido
substancias tóxicas introducidas para obtener un cortocircuito de goce en
el propio cuerpo (con un riesgo a menudo mortal para los usuarios), en
lugar de aquellas conversiones freudianas que ofrecían secretamente las
huellas corporales del olvido; conversiones que, a pesar de su compleja
trama de combinaciones significantes indicaban siempre historias de amor
con frecuencia no correspondidas, y que eran ?finalmente? dóciles a la
interpretación.

De los amores secretos prohibidos de la moral victoriana ?en la que los
síntomas eran dirigidos al Otro para su desciframiento? nos hemos
deslizado al goce cínico de los procesos de ?segregaciones renovadas?[15]
en la época de la ?toxicomanía generalizada?.

Ya que ?como veíamos? no sólo existen las drogas prohibidas para adormecer o exaltar de un modo artificial, sino que el consumo ofrece variantes innúmeras para intoxicar a los individuos. Por ejemplo, las ofertas de innúmeros gadgets que explotan la función de la mirada para hacer gozar a los individuos del goce contemplativo, hasta prótesis farmacológicas que prometen ?una vez más? una felicidad química universal a cambio de una dócil (y tonta) resignación frente al aplastamiento del deseo singular.

Por ello, entre las drogas existe otra diferencia. Mientras las drogas
ilegales parecen ser el recurso desesperado para algunas personas
confrontadas con la inexistencia del Otro, las drogas legales,?milagrosas?, son el recurso con el que los amos modernos intentan restablecer cínicamente al Otro por un sesgo químico para reparar
?científicamente? las ?injusticias? subjetivas de género, raza, condición
socio-económica o credo[16].

Del amor al inconsciente freudiano, asistimos al cierre del inconsciente,
en una época donde se hace cada vez más evidente que no existe el Otro de las garantías universales de las que los Dioses resguardaban el semblante, y cada vez menos el Otro de las garantías nacionales, de las que el ?Estado protector? constituía el semblante.

En su lugar asistimos a las respuestas cínico-canallas de estados y
manipuladores del mercado, en su intento de desposeer a los sujetos de sus coordenadas histórico-políticas: Del goce de la destrucción, a la
toxicomanía generalizada, al empuje al olvido. O, dicho en términos de la
cosmética del mercado: de las ?campañas agresivas?, al ?consumo masivo?, a la ?libertad creativa de los individuos?.

Como bien sabemos, no se trata aquí de un simple cambio de términos, sino de los efectos producidos en la captación por el mercado del plus de
gozar, para su instrumentación según sus propias leyes. Aquellas que se
visten de lo que sea el caso, para hacernos olvidar ?o recordar, si mejor
conviene? que, de todos modos, ?serás un (hermoso) cadáver?.

En estas complejas coordenadas parece girar este fin de siglo.



[1] MILLER, Jacques-Alain: retomo aquí un luminoso desarrollo realizado
por él en su seminario 96-97 ?en conjunto con Eric Laurent?: El Otro que
no existe y los comités de ética

[2] No otra cosa localizó Sigmund Freud al constatar la eficacia en la
clínica de la pulsión de muerte.

[3] Tal la hipótesis de J-A.Miller en su Seminario (arriba citado)

[4]en cierto modo ?promovida? por la OMS quien ha dicho de la depresión
que constituye una pandemia

[5]En verdad, diciendo que él era llamado por ella: Escuchando al Prozac,
Peter Kramer. Ed. Seix-Barral

[6]A medida que nos acercamos al milenio, la epidemia de trastornos
histéricos, enfermedades imaginarias, pseudomemorias inducidas por
hipnosis que inundan los medios parecen alcanzar marcas muy altas. Se
funden con las paranoias generalizadas, los resurgimientos religiosos y
las teorías conspirativas que siempre caracterizaron la vida norteamericana, y con las ansiedades apocalípticas que siempre acompañan los fines de siglo. Ahora se dispersan por todo el globo infectando otras sociedades? escribía Showalter

[7] Dicen los especialistas en publicidad, que los jeans son un producto
con el que es muy difícil sobresalir por calidad, ya que existiría en
nuestro país un solo fabricante encargado de proveer la misma materia
prima para todas las marcas. Por ende, las estrategias para colocar el
producto y obtener dividendos en un segmento tan apetecible del mercado, requiere de altas dosis de ingenio por parte de los publicistas para hacer valer diferencias de una marca respecto de las demás, más allá de las diferencias en diseño y confección.

[8] transcribo a continuación parte de un comentario al aviso
publicitario, tal como ha sido consignado por José Pablo Feinmann en un
articulo del diario Página 12 del lunes 4 de mayo de 1998 titulado: "Los
jeans de la muerte"

[9] ya que la muerte no es sólo objeto de horror sino, además, y en muchos casos que la cotidianeidad reconoce perfectamente, un objeto de máxima fascinación y/o aspiración

[10] Como se recordará, hace ya algunos años Benetton sacó una campaña en la cual el horror era el protagonista central, sosteniéndose en un rasgo predominante de la actualidad: la mostración de lo que está allí, y que para captarlo tan sólo es necesario estar dispuesto a no desviar la
mirada. Recomiendo al respecto un excelente trabajo de Jorge Alemán:
Benetton, el horror ; Rev. Uno por Uno N°32

[11] Debo a mi amigo Gustavo Dessal estas precisiones respecto de este
punto crucial que carateriza a la modernidad

[12] Es una referencia al Seminario dictado por Jacques-Alain Miller
conjuntamente con Eric Laurent: El Otro que no existe y sus comités de
ética (inédito)

[13]cf.: tal como lo consigna acertadamente la nota de Feinmann

[14] Al estilo de la metadona respecto de la heroína, por ejemplo

[15] según la advertencia premonitoria de Jacques Lacan en 1967 en su
Proposición del pase lanzada a los analistas de su Escuela

[16] Ver al respecto el primer informe de la Asociación Mundial de
Psicoanálisis redactado por Eric Laurent: Estado, sociedad y
psicoanálisis, en la revista Uno por Uno Nro. 44

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[-1]Trabajo para Sao Pablo: Reune dos puntos del trabajo BARCETYA2.DOC
presentado para Barcelona (25-7-98) ( Todos los individuos son objeto de
consumo y La toxicomania generalizada). Más el trabajo ?Derechos
humanos.doc? más otras consideracines

[.2]los puntos 3 y 4 fueron mi ponencia el 18-5-98 en el ateneo malestar
en la cultura







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