ANTROPOSMODERNO
Un Paradigma de Propuesta Critica: El País de la Cola de Paja
María Gracia Núñez Artola

Mario Benedetti nació en Paso de los Toros en 1920 y es uno de los principales exponentes del denominado proyecto cultural del ”45"

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Un Paradigma de Propuesta Critica: El País de la Cola de Paja

María Gracia Núñez Artola

Introduccción

Mario Benedetti nació en Paso de los Toros en 1920 y es uno de los principales exponentes del denominado proyecto cultural del ?45? -como Emir Rodríguez Monegal lo denominó- con ángel Rama, Carlos Martínez Moreno, Manuel Clamps, Carlos Maggi e Idea Vilariño.
Dirige la revista Marginalia entre 1948 y 1949, luego escribe en Número distinguiéndose junto con M. Clampls, I. Vilariño y Sarandy Cabrera. Una vez concluida la experiencia de Número, Benedetti publica diversos ensayos en los entregas finales de la revista Asir (1959), según lo consigna Pablo Rocca. (1996:33). En 1945 había ingresado a Marcha, donde tiene ocasión de asumir la dirección de la página literaria de julio a octubre de 1949; permaneció en ese semanario hasta su clausura en 1974.
A lo largo de su amplia labor literaria M. Benedetti ha cultivado una diversidad de géneros: poesía, cuento, novela, ensayo, teatro, crónica, crítica y periodismo. Este quehacer literario se inicia con un conjunto de poemas titulados La víspera indeleble (1945) que lleva en la portada un dibujo de Luz López. Es a partir de sus Poemas de la oficina (1956) y de su libro de cuentos Montevideanos (1960) donde Montevideo comienza a constituirse en un elemento de particular atención temática (1996:151).
En materia crítica su labor ha sido recogida en Letras del continente mestizo (1967), Sobre artes y oficios (1968), Del desexilio y otras conjeturas (1984) y Crítica cómplice (1988).
En El país de la cola de paja (1960) Benedetti ya desarrolla orgánicamente ciertos conceptos referidos a la función del crítico situándola en un contexto y en una tradición cultural determinada. El asunto de la ética crítica permitirá una suerte de extensión conceptual, ya que el conjunto de los valores expresados en El país de la cola de paja serán tenidos en cuenta y constituirán elementos de extensa profundidad en relación a su propia actividad crítica y literaria en años subsiguientes.
En este volumen Benedetti define y describe agudamente tipos y actitudes culturales dentro del género ensayístico de costumbres. Si situamos la obra en un contexto de recepción actual es posible destacar el valor significativo de la misma, distanciándonos con este paso de los ?agravios? y ?vapuleos? de los que fue objeto por parte de los críticos que leyeron El país de la cola de paja como un ?tratado de sociología? que el autor nunca pretendió escribir .
La realidad literaria propuesta en El país de la cola de paja alude a una nación conmovida por una delicada crisis moral -y evidentemente económica y social- que involucra a todos los sectores de la sociedad. Por lo tanto, la pretensión del autor no consiste en especificar los rasgos económicos y políticos de los grupos o clases que participaban en el juego institucional del país de esa época. Por el contrario, se trata de encontrar características de identidad, específicamente una actitud emergente y consensual que caracteriza a los participantes del proyecto colectivo nacional, cuyo denominador común es la noción que el autor designa con el nombre de cola de paja.
El presente trabajo se propone una aproximación a algunos de los temas que aparecen en dicho ensayo. Nuestro enfoque se referirá en primer lugar a la red de instituciones y poderes que supone la descripción de una ordenación social específica. En segundo término se examinará la situación de la práctica crítica desde el punto de vista del autor ?comprometido?. Y por último, se tratará acerca de la formulación coherente de un ?deber ser? de la crítica. Estos enunciandos serán sostenidos en ensayos posteriores y son susceptibles de configurar una ?ética del compromiso?, cuando según lo expresa Benedetti: ?Comprometerse significa hablar de acuerdo a lo que se piensa, actuar de acuerdo a lo que se habla, y, finalmente, asumir la responsabilidad de los propios actos.? (1966:90)
El compromiso significa, por lo tanto, asumir un rol participativo en el dinámica de poder en la que se actúa, y una vez en ella mantener la coherencia entre el decir y el hacer. Esto equivale a la asunción de responsabilidades en el interior de una práctica crítica, es decir discriminar de enunciados, actitudes y creencias de los involucrados en la contienda social que es objeto de descripción. En este sentido, tratando de responder al extrañamiento en que viven los ciudadanos, El país de la cola de paja presenta una minuciosa urbanización de diversos modelos culturales situados en una época. En el Prólogo de la primera edición fechado en julio de 1960 Benedetti escribe:
No importa que queden por tratar temas capitales, graves enigmas, vastas zonas del panorama nacional. Si bien conozco mis limitaciones y me sé incapaz de abarcar toda la compleja significación del problema, no quiero que esas mismas limitaciones me lleven a sentirme cómplice del gran silencio que rodea la presente crisis moral, sin duda la más grave de nuestra breve historia como nación. (1966)

Benedetti repara que la crisis -que en su condición de intelectual no está dispuesto a pasar por alto- afecta a sujetos y a instituciones. Por este hecho, la crítica debería mantener una constante actitud de revisión y reflexión productiva.
La labor crítica no puede disociarse de los distintos roles, temas e implicancias que condicionan su compromiso. Podría afirmarse que El país de la cola de paja denuncia la funcionamiento del encubrimiento, es una actitud colectiva caracterizada por la negligencia, el oportunismo y la culpa .
El análisis del funcionamiento de las instituciones no puede ser elaborado al margen de una reflexión consciente y responsable sobre una posible actividad de intervención. Literatura y acción se aproximan cuando el escritor decide hacer explícitas las reglas de su propia realidad cultural en la que está inmerso.
El rol del crítico está desvirtuado y la confrontación prohibida en el círculo donde reina el tradicionalmente el encubrimiento y el amiguismo. Benedetti afirma en Letras del continente mestizo:
No creo en el compromiso forzado, sin profundidad existencial; ni en la militancia que desvitaliza un tema, ni menos aún en la moraleja edificante que poda la fuerza trágica de un personaje. Pero tampoco creo en el hipotético deslinde, en esa improbable línea divisoria que muchos intelectuales, curándose en salud, prefieren trazar entre la obra literaria y la responsabilidad humana del escritor. (1969:19)

Instituciones, Poderes Y Práctica Crítica

Los discursos formalizados en distintas instituciones son objeto de tratamiento en El país de la cola de paja. En primer término se discriminarán las formaciones discursivas con sus correspondientes reglas institucionales inmersas en complejas redes de poder. Posteriormente, se abordará el concepto de deber ser de la labor crítica en relación a esa situación de descrédito ético generalizado.
Debe considerarse que el concepto de poder, concebido como fin, obedece a las reglas de la racionalidad basadas en la reprodución. Por otra parte, todo juego de poder es condicionado por las posibles reacciones afectivas de los individuos que toman parte de él. Como lo afirma Michel Crozier:
Ninguna relación de poder puede ser disociada del conjunto o de los conjuntos institucionales, en cuyo interior se desarrolla. No pueden existir zonas neutras. Toda relación de poder está condicionada por toda una serie de restricciones ?estructurales? que condicionan las reglas de juego en que los individuos pueden desempeñarse. Por consiguiente, expresa, en un segundo nivel, la lógica de estas instituciones o de estas estructuras, y por más autónoma que sea, no puede cambiar profundamente sin que esto repercuta sobre el conjunto que integra. (1972:26)

A partir de El país de la cola de paja es posible distinguir un conjunto de instituciones donde ocurren fenómenos de relación entre individuos y grupos que hacen posible la formación y la reproducción de ese sistema.
De acuerdo con Foucault, los mecanismos de poder de la razón funcionan como si la voluntad de verdad estuviera enmascarada por la misma verdad. (1987:19) Mientras que en el entramado de prácticas de poder surge la voluntad de verdad en la conexión saber y poder, el discurso crítico debe desarticular las condiciones de sus propios enunciados.
La llamada sociedad capitalista había sido caracterizada por la hegemonía de la razón instrumental. La universalidad de la economía, el derecho y la burocracia habían sido y continuaron siendo materia de estudios críticos por parte de Marx, Adorno y Horkheimer, Althusser y Foucault entre otros pensadores fundamentales.
Según lo sostiene Althusser en su ensayo Ideología y aparatos ideológicos del estado, la ideología proporciona el contexto en el que el individuo establece su vínculo con la realidad social donde se emplaza el discurso. De este modo, la ideología interviene en el sujeto situándolo en un sistema de relaciones necesario para mantener los vínculos de clase existentes.
Toda formación social depende de un modo de la producción dominante que utiliza las fuerzas productivas existentes en y bajo determinadas relaciones de producción. Pero además, toda formación debe ?al mismo tiempo que produce, y precisamente para poder producir, reproducir las condiciones de su producción?. (1969:164)
Mediante la ideología el individuo asume que el conocimiento o las ideas son derivadas de la forma de ser de las cosas. Así, acepta la obviedad de los hechos, se resiste a las preguntas y evita la tarea de construir objetos de conocimiento.
Si dar por supuestas las cosas es un rasgo distintivo de las prácticas ideológicas, interrogar, poner en cuestión, serán los aspectos característicos de las prácticas críticas. La tarea crítica supone generar ?una problemática más profunda que permite ver aquello que aún no puede tener más que una existencia alusiva o práctica.? (1969:37)
Si tomamos el caso de la democracia, por ejemplo, Benedetti anota el uso ideológico que acompaña al concepto. La democracia es una noción ineludible en el discurso político que en ocasiones encubre la corrupción y la profunda desigualdad. En este punto afirma: ?Todos somos iguales ante la ley, pero como bien decía Orwell, algunos somos más iguales que otros.? (1966:77) También Letras del continente mestizo Benedetti anota el deterioro de la figura del ?político profesional? sosteniendo:
En América Latina, éste se halla demasiado corrompido, burocratizado, anquilosado, como para que el hombre común pueda confiar en un planteo honesto y creador, milagrosamente formulado a partir de esa venalidad o aquella rutina. /.../ El político tradicional, aunque todavía conserva el poder, ha perdido el papel de orientador?. (1969:10)

El filósofo y novelista Bertrand Russell, que dirigió duras críticas a la moral convencional, afirmó que los juicios morales son expresión de deseos individuales o hábitos aceptados. El crítico indagará en las condiciones culturales que contribuyen a la formación de esas costumbres. La práctica crítica debe vincularse a la ética -ciencia normativa que se ocupa de las normas de la conducta humana- y asumir el compromiso frente a los sucesos sociales y políticos que le son contemporáneos.
Enfrentada al examen de sus costumbres y hábitos, la práctica crítica, entre otras cosas, dará cuenta del oscilante sistema de reglas que hace posible su funcionamiento. Sobre el compromiso existencialista y la acusación a la moral tradicional regida por la razón, Benedetti configura un definido proyecto ético. La práctica crítica obedecerá a una producción sistemática y reflexiva sobre distintos objetos discursivos y sobre la misma práctica.
Por ejemplo, mientras los discursos institucionales normalizados se escudan en las ventajas de las consignas para garantizar la reproducción, la práctica crítica interroga, conjetura y ensaya hipótesis sobre el encubrimiento de la injusticia, de la violencia o de la interpretación de las leyes. Benedetti afirma:
Nuestra enseñanza es gratuita, aun en sus más encumbrados peldaños; hay separación entre la Iglesia y el Estado, las elecciones son de una ejemplar corrección; nuestro analfabetismo es prácticamente nulo; las leyes sociales salvaguardan los derechos del trabajador; no hay discriminación racial ni religiosa; la prensa es libre. ¿Un país ideal? No exactamente. (1966:74)

La práctica crítica definida como actividad de lectura-interpretación y como mecanismo textual de inversión jerárquica, pone en cuestión las consignas gratuidad de la enseñanza, libertad de prensa, igualdad social. Criticar, entonces, supone un cambio de orden a nivel del discurso donde se intercambian propiedades significativas y se colocan entre paréntesis las tradicionales maneras de leer el mundo.
Crítica en sentido kantiano significa discriminar, analizar, estudiar, etc., los lugares e intersticios. La práctica crítica debería consistir en socavar la idea de verdad subyacente a cualquier discurso. En este sentido, el compromiso ético que propone Benedetti es denominada por J. Derrida ?una toma de posición?; en La filosofía como institución cuando define a la deconstrucción -su no-método- afirma:

Lo que llamamos la deconstrucción no es un conjunto técnico de procedimientos discursivos, constituye menos todavía las reglas de un nuevo método hermenéutico que trabajaría en archivo o enunciados, al amparo de un institución dada y estable; constituye, más bien, una toma de posición, en el trabajo, en base a las estructuras político-institucionales que forman y regulan nuestra actividad y nuestras competencias. Precisamente porque no concierne tan sólo a los contenidos de sentido, la deconstrucción no puede ser escindida de esta problemática político institucional y requiere un nuevo planteamiento sobre la responsabilidad, un planteamiento que no confía ya necesariamente en los códigos heredados de lo político y lo ético. Ello hace que pueda parecer demasiado política para algunos, mientras que a aquellos que no reconocen lo político si no es con la ayuda de los paneles de señalización de antes de la guerra les aparece como demoledora. La deconstrucción no se limita ni a una reforma metodológica sustentadora de la organización dada, ni inversamente a una parodia de destrucción irresponsable o irresponsabilizante que tendría como más seguro efecto el dejar todo como está y el consolidar las fuerzas inmovilistas de la Universidad. (1990:16)

La práctica crítica generará otra lectura, posibilitando un campo que se encuentra en relación invisible con el campo visible. La lectura crítica desafía la noción de identidad e incluso la de origen simple y homogéneo, ya que admite lecturas múltiples y por lo tanto divergentes. En la Arqueología del saber (1969) Foucault propone una estrategia de lectura y escritura que se sitúa en los ?márgenes? cuestionado las ?positividades tradicionales disciplinarias?.
Para Foucault la noción de enunciado no implica una entidad metafísica -situada fuera del juego de la producción discursiva- sino que entiende al enunciado directamente relacionado y esclarecido por una práctica concreta que lo organiza y lo procesa en el campo del ?archivo? (el archivo es el ?sistema general de la formación y transformación de los enunciados?).
El enunciado no coincide con el lenguaje, pero lo hace posible mediante la interpretación arqueológica, es decir, el ?lenguaje? como teorización o abstracción de una compleja actividad social que pertenece al orden del discurso.
Como los enunciados están interrelacionados con determinados ?soportes? materiales como los signos de la escritura y con elementos tales como descripciones cualitativas, relatos biográficos, interpretación analogías, deducciones, tablas estadísticas y verificaciones experimentales entre otros, Foucault plantea la dispersión del sujeto. Esto quiere decir que el sujeto está conformándose en las instituciones y en los discursos, porque los crea, o al menos los transforma. Según lo define el mismo Foucault:
El diagnóstico así entendido no establece la comprobación de nuestra identidad por el juego de las distinciones. Establece que somos diferencia, que nuestra razón es la diferencia de los discursos, nuestra historia la diferencia de los tiempos, nuestro yo la diferencia de las máscaras. Que la diferencia, lejos de ser origen olvidado y recubierto, es esa dispersión que somos y que hacemos (Foucault, 1995: 223)

Democracia y Burocracia

La red de instituciones y poderes que muestra El país de la cola de paja puede ser esquematizada de modo apropiado en relación a las tres esferas que Weber distinguió para la ?razón instrumental?, o sea, la concentración de fuerzas productivas, los intercambios basados en el principio de equivalencia justa y la burocratización del aparato estatal.
En El País de la cola de paja la democracia y la burocracia son dos conceptos indisociables y extensamente analizados que aparecen sintetizados en la célebre oración inicial de ?La Rebelión de los Amanuenses?: ??El Uruguay es la única oficina del mundo que ha alcanzado la categoría de república.? (1966:58)?.
El bien burocracia o empleo público adquiere la categoría de objeto fetiche, con capacidad de combinar ?la máxima seguridad con el mínimo horario?. (1966:59). Tal oferta de ocupación es el arma principal usada por los políticos y el aparato electoral. Según Dewey, el bien es aquello que ha sido elegido después de reflexionar tanto sobre el medio como sobre las probables consecuencias de llevar a cabo ese acto considerado bueno o un bien. Benedetti afirma:
No deben ser muchas las familias montevideanas en las que no milite algún empleado público, o por lo menos algún aspirante a serlo. Mal que bien, la burocracia representa para unos la seguridad, para otros la esperanza, y contribuye poderosamente a que no abunden quienes, en el fondo de su alma y de su presupuesto, deseen realmente que se opere un cambio radical en ese statuo quo. (1966:25)

Según Marx el fetichismo de la mercancía consiste en conferir a lo que es accidental una realidad sustancial, independiente y permanente; o aún más, en atribuir el valor de cambio a la mercancía en tanto cosa, en conferir la realidad natural de un cuerpo a lo que no es más que un intercambio. ?Lo que aquí reviste, a los ojos de los hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres.? (1968:38)
La relación social a la que se refieren Marx y describe Alhusser, está naturalizada en el texto de Benedetti por el mismo aparato de estado. La burocracia representa un significativo consenso social que los sujetos mantienen y reproducen como modalidad de representación. Benedetti se refiere a un orden simbólico claramente instaurado y afectado por el bajo rendimiento de sus funcionarios, la ausencia autorizada, la coima y la muñeca. Como la administración se basa en el principio de protección y el aparato estatal asegura el empleo ?para toda la vida?, por lo tanto, el funcionario reside en el centro mismo de la seguridad. Benedetti afirma:
El funcionario público no precisa conquistar la seguridad, ya que reside en el verdadero núcleo de la misma. Para destituirlo tienen que coincidir tantas circunstancias, que ese peligro es casi inexistente. (1966:69-70)

En este caso la imposibilidad de disociar las nociones de burocracia y democracia de la de seguridad. Y a partir de ésta situación administrativa se puede explicar no ?solamente algunos casos? sino la corrupción generalizada que afecta a los aparatos del estado, considerando que los cargos estratégicos son desempeñados por quienes tienen a su cargo la obligación de hacer cumplir las leyes referidas a la administración.
De este modo, además de sus leyes, además de la interpretación tendenciosa y ventajeras de esas mismas leyes, la cascarodemocracia uruguaya va creando nuevos suburbios de la ley, que no son la ley misma pero se parecen a ella, con la importante diferencia de que allí, como en todo suburbio orillero, el matonismo y la fanfarronería pasan a ser los groseros sucedáneos de la verdadera autoridad. (1966:84)

Derrida sostiene que la fuerza es un componente esencial del concepto de justicia como ley. No se trata de una posibilidad externa o secundaria que pueda ser agregada como suplemento a la ley. La violencia está entrelazada con la ley de dos modos: en su fundación y en su conservación; instituye y posiciona la ley, ?la ley que hace la violencia?, no descansa en otra cosa que en ella misma. Ya sea en fundamentación o en su conservación, la violencia habita en la estructura legal de las normas.
En este sentido, cualquier disposición que surge de una negociación democrática de acuerdos, consensos, etc. está sujeto a ser un límite o una extensión impura. Los individuos en los regímenes democráticos pueden discutir y condenar todas las normas, excepto aquellas normas que sostienen la competencia democrática por el poder. éstas deben ser cumplidas -literalmente, aseguradas a través de la fuerza- excluyendo a quienes están contra ellas. Este argumento conduce a cuestionar el status de las medidas de igualdad en la democracia.
Se trata de universales generales fundados en estrategias argumentativas dispuestas en contextos polémicos de conflicto y negociación. Son resultados contingentes de esas disputas y luchas por la hegemonía, lo cual ha llevado a M. Augé (1997) a sostener que en la universalidad, la exclusión no es un accidente sino un rasgo definicional que muestra a la universalidad como una categoría constitutivamente impura.
Esos universales -democracia, laicidad, libertad, igualdad- son objeto de una interpretación exhaustiva en El país de la cola de paja
Foucault afirma:
Si interpretar fuese aclarar lentamente una significación oculta en el origen, sólo la metafísica podría interpretar el devenir de la humanidad. Pero si interpretar es ampararse, por violencia o subrepticiamente, en un sistema de reglas que no tiene en sí mismo significación esencial, e imponerle una dirección, plegarlo a una nueva voluntad, hacerlo entrar en otro juego, y someterlo a reglas segundas, entonces el devenir de la humanidad es una serie de interpretaciones. Y la genealogía debe ser su historia (...) como emergencia de diferentes interpretaciones. Se trata de hacerlos aparecer como sucesos en el teatro de los acontecimientos. (1979:18)

La critica Presedente

Interrogar la propia práctica crítica tiene que ver con el análisis de las condiciones de producción. éstas son la reproducción de esas condiciones. Para interrumpir la reproducción, la práctica crítica será una labor constante destacada por la creencia en lo sustentado, en la responsabilidad y en el empleo de sólidos argumentos.
ángel Rama afirma:
De todas las amplificaciones letradas de la modernización, la más notoria y abarcadora fue la de la prensa que, al iniciarse, en el siglo XX, resultó la directa beneficiaria de las leyes de educación común propuesta por abnegados pedagogos, proporcionándonos una prensa popular, exitista y en ocasiones amarillista. /.../ Contrariamente a las previsiones de los educadores, los nuevos lectores no robustecieron el consumo de libros sino que proveyeron de compradores a diarios y revistas. El combate contra la ciudad letrada que encaraba José Pedro Varela, resultó de la ampliación de sus bases de sustentación y en el robustecimiento de la escritura y demás lenguajes simbólicos en función del poder.? (1995:66)

La modernización se inaugura hacia 1870 donde un círculo letrado presentaba opciones y cuestionamientos. En su libro De la legislación escolar José Pedro Varela arremetía contra los intelectuales y contra la Universidad que los producía: ?Como clase, los abogados no son mejores que las otras profesiones, ni más morales, mi más justos, ni más desprendidos, ni más patriotas; pero son más atrasados en sus ideas y más presuntuosos... esas clases son las que hablan, las que formulan las leyes, las que cubren de dorados la realidad? (1995:61). De este modo, se comprueba la disociación entre las dos ciudades: los universitarios no interpretan ni representan en sus escritos la realidad, sino que la cubren de dorados.
Según lo consigna A. Ardao, en la célebre conferencia que pronunció Emilio Frugoni en 1933 aparecen sintetizadas las debilidades y obligaciones del intelectual uruguayo enfrentado a aquélla situación de crisis:
Son universitarios, son hombres que han pasado por las aulas de esta casa de estudios, quienes se prevalecen del poder para quebrar los frenos de la Constitución e internar al país en el tembladeral de las situaciones de fuerza.
Esta Facultad se halla obligada por eso, más que nunca, a afirmar frente a la convulsión subversiva, decretada desde las alturas del gobierno, su lealtad para con las enseñanzas de libertad política que ella imparte y su amor por las garantías indispensables a la efectividad de los derechos del pueblo, desconocidos por los gobernantes que desdeñan y pisotean los límites constitucionales marcados a su acción y a su voluntad.
La Universidad ha de ser baluarte del civilismo y no deberá dejar hollar sus fueros inalienables sin lanzar ante la conciencia del país su anatema contra los mandones que en una hora de extravío intentan atropellarlos. (1971:427)

Si bien la práctica crítica se desarrolla en un mercado regional, aplica una teoría que postula una interpretación de tipo universalista. También la disidencia crítica compartió los principios de la ciudad letrada, sobre todo el que la asociaba al ejercicio del poder. A. Rama afirma: ?Aunque de hecho estaba produciendo un pensamiento opositor independiente, sólo tangencialmente atacaba la tradicional concentración del poder.? (1995:87)
Cuestionadas las consabidas consignas ideológicas -gratuidad de la enseñanza, libertad de prensa, igualdad social- a partir del fenómeno cultural masivo que significa la prensa escrita, se denuncian dos aspectos significativos, la influencia críticamente limitada del periódico y más aún en una realidad de prensa partidaria, clasista, amarillista y prescindente. Benedetti afirma:
El hombre común ya sabe leer. Qué suerte. Pero lee sólo diarios. Qué lástima. Porque la prensa, tal como es administrada (más que dirigida) en nuestro país, es algo así como el monumento nacional a la cola de paja. (1966:34)

El autor comprometido asume la responsabilidad de su circunstancia política como lo había planteado J.P.Sartre. Benedetti enfrenta las variaciones de su propia generación cultural. Y afirma que si hubiera que definirla ?habría que recurrir a los adjetivos: brillante, irónico, demoledor, certero, prescindente.? (1966:92) Esta última actitud es la más criticada por Benedetti, la prescindencia de la crítica:
Además de los casos aislados que sin duda invaden la memoria del lector, hay toda una generación que puede darse por aludida cada vez que alguien se refiere a quienes ejercen en este país la crítica prescindente. Quizá podría ser denominada la generación de Marcha. Mi generación, después de todo. No se me escapa que estoy acusándome a mí mismo; que paso a rescatar (no a justificar) mi porción de culpa. (1966:91)

Así también se reconoce la exagerada intelectualidad que se pone en un lugar objetivo pero alejado de la pasión y el contexto al que en última instancia pertenece el ?articulista?:

Cualquiera sea el tema de su nota /.../, el articulista de Marcha siempre mira el problema desde arriba, es decir, sin mezclarse con él, sin participar ni sentirse mayormente complicado. Esa actitud tiene sus ventajas (objetividad, garantía de equilibrio, independencia, serenidad en el juicio) pero también incluye una falta de pasión que acaba por amortiguar esas mismas virtudes. (1966:92-93)

La crítica, entre el Pituco y el Guarango

El pitúco, el guarango y el snob son personajes y tipos del campo cultural y también agentes y productos de la crítica. Comparten los rasgos de la clase letrada definida por la referencia. La clase letrada se reconoce, como lo afirma P. Bourdieu, por ?el juego permanente de referencias que se refieren mutuamente las unas a las otras; no es otra cosa que este universo de referencias que son inseparablemente diferencias y reverencias, disgresiones y miramientos.? (1996:123)
El pitúco es un personaje reincidente en la vida social de El país de la cola de paja, si como sugiere Benedetti el pitúco es una versión ?nueva ola? del flaneur romántico, que en nuestra tradición refiere emblemáticamente a Roberto de las Carreras.
Pero a los efectos del presente trabajo consideraremos los rasgos pertinentes del pitúco en lo que hacen a su incidencia en el campo de la práctica crítica. Benedetti afirma:
La invasión de la clase pituca llegó también al terreno moral y es allí donde viene haciendo los mayores estragos. La irresponsabilidad, la demagogia, el regodeo en el chisme, la calumnia, el deterioro de la promesa verbal, la inescrupulosidad como una ridícula sublimación del pasado laico y liberal, y el impudor y hasta la vanagloria con que es exhibida esa misma carencia de escrúpulos, son sólo algunos de los varios legados que la clase media ha venido aceptando con una docilidad que acaso baste y sobre para testimonia una culpable predisposición. (1966:109-110)

Como antecedente histórico del crítico nacional Benedetti propone al guarango. Ineficaz, escasamente lúcido e incisivo, el guarango apela a la burla frente a los valores establecidos sin aportar una reflexión significativa.
Por las razones expuestas y en oposición a los tipos degradados de rol y reflexión analizados por Benedetti, la práctica crítica supone otro tipo de actitud que requiere ser objeto de una inmediata revisión.
En El país de la cola de paja Benedetti realiza el diagóstico del funcionamiento de la crítica como campo discursivo. Además en el ensayo ?¿Qué hacemos con la crítica?? (1961) el autor refiere expresamente al amiguismo, un mal ya aludido en su libro de 1960. El temor a ridiculizar no debe paralizar a la actitud crítica. Aquí hay dos ingredientes, como veremos luego, propios de la cultura uruguaya, la complejidad que caracteriza a la actitud de la recepción de una obra dada y la modalidad crítica dependientemente de las relaciones personales.

Quizá medie en todo esto una ausencia trágica de sentido del humor. Existe sí un exacerbado sentido del ridículo, pero éste resulta siempre un mal sucedáneo del humor. De ahí que todavía hoy se pretenda esgrimir con tanta firmeza la calidad de amigo para influir en el juicio crítico. Sin embargo, la amistad no debería tener con la crítica. Tampoco la enemistad. Esto es difícil de comprender en nuestros círculos culturales. Lo más que un amigo puede honestamente pretender de un crítico es que, antes de juzgarla, trate de comprender su obra o su actuación, y una vez comprendida, la juzgue con respeto hacia el esfuerzo creador. Pero esto, desde el punto de vista del crítico, no debe ser un favor especial hecho al amigo, ya que lo menos que un crítico puede honestamente hacer es tratar al creador con comprensión y con respeto. De modo que si el crítico es ecuánime, la amistad no pesa y por lo tanto no constituye un privilegio. Si la amistad pesa, entonces significa que el crítico no es ecuánime, y en ese caso, ¿puede su opinión interesar verdaderamente al autor o al intérprete criticados?
Sucede también (y esto explica un poco todo ese provincianismo de que antes hablaba) que, pese a su probable millón de habitantes, Montevideo tiene un clan intelectual muy reducido, un clan que frecuenta siempre las mismas calles, las mismas librerías, los mismos cafés, los mismos estrenos. Críticos y criticados se están encontrando constantemente a la vuelta de cada esquina, en el hueco de cada entreacto, y tal enfrentamiento no ayuda a la objetividad. Por ello, ese cruce de opiniones, que en ciudades de alto entrenamiento cultural como Londres o París, es un juego parecido al esgrima, aquí, en la ciudad de bajo entrenamiento cultural que es Montevideo, se contenta con ser un juego que sospechosamente se parece al boxeo. (1992:568-570)

Consumado el hecho urbanístico de que los críticos y los escritores se encuentren a la vuelta de cada esquina, la crítica aquí propuesta por Benedetti, casi sin antecedentes históricos, no ha conseguido deslindarse del amiguismo, la racionalidad y la burocracia. Este vínculo reaparece en su ensayo de 1962 -?La literatura uruguaya cambia de voz?- donde escribe: ?En un país pequeño como el Uruguay, la estabilidad burocrática ha sido, desde el punto de vista de la creación artística, una suerte de banco de arena. Allí estamos encallados y no hay nueva ola capaz de conmovernos?. (1992:30)
En Letras del continente mestizo Benedetti deja entrever el cambio de posición que debe tomar el crítico necesariamente. Si bien antes sus referencias eran constitutivas del legado de la clase letrada, ahora, se ve obligado a abandonar el tradicional solipsismo. Ya no escribe para aquella comunidad de expertos y eruditos colegas, escribe para el lector masivo. Al parecer, el lector ha cambiado radicalmente, ahora es: ?El hombre corriente, ese lector-promedio que antes era poco más que un fantasma, se ha convertido en un ser de carne y hueso que a veces se entera de los borradores leyéndolos por sobre el hombro del autor?. (1969:10)
Benedetti manifiesta que se ha establecido una nueva comunicación entre autor y lector; la lectura masificada por la educación universal del modelo vareliano-batllista ha generado nuevas leyes de interrelación y recepción. Una de esas leyes es refiere a las demandas y exigencias del nuevo lector más informado y por lo tanto, más crítico. Al respecto, el autor sostiene que:
Cualquier lector medianamente sensible o inteligente, está hoy dispuesto a admitir que el escritor lo provoque, lo contradiga, lo vapulee, lo haga pensar, le contagie dudas; lo que generalmente no está dispuesto a admitir, ni mucho menos a perdonar, es que el escritor (entiéndase bien, el escritor y no el personaje, a quienes algunos críticos tienen la abusiva tendencia de identificar invariablemente con el autor) contradiga sus propias convicciones, se traicione a sí mismo. (1969:15)

En Letras del continente mestizo el autor sostiene algo muy interesante, resultaría más fácil complacer a un crítico porque se conoce sus códigos y tics que complacer a un lector ?medio? porque básicamente se desconocen sus estrategias de recepción. Por otra parte las ?opiniones de los lectores? significan a la vez una vasta red sensibilidades que además son flutuantes, aleatorias, inestables:
Cuando algún crítico, no especialmente ecuánime, me ha atribuido la poco edificante intención de complacer siempre a mi lector, yo podría haber preguntado: ¿a cuál de ellos?, ya que me consta que las opiniones de los lectores suelen ser considerablemente más matizadas que la de los críticos profesionales, de modo que en última instancia resultaría mucho más fácil escribir para complacer a la crítica que para agradar al lector. Pero ¿qué escritor que se tenga un mínimo de estima, podría escribir en un estado de ánimo a tal punto condicionado? (1969:15)


En el espacio del saber en el mundo occidental, se produce una ruptura esencial: ya no se tratarán de similitudes, sino de identidades y de diferencias. Estas nociones son explicadas en la Introducción a Arqueología, donde Foucault plantea el cuestionamiento a las unidades representacionales constituidas por ?épocas?, ?siglos?, etc., y afirma que:

Por debajo de las grandes continuidades del pensamiento, por debajo de las manifestaciones masivas y homogéneas /.../ por debajo de la persistencia de un género, de una forma, de una disciplina, de una actividad teórica, se trata ahora de detectar la incidencia de las interrupciones.? (1995:5)

Las interrupciones que inciden en el campo crítico son registradas fielmente por Benedetti, todas las representaciones que figuraban la unidad -el alma o la sensibilidad de la época, los grupos, las escuelas, las generaciones, la personalidad del autor, etc.- se han suspendido como referencia letrada. Se trata de una nueva postura que procura mostrar en qué consisten las diferencias, en explicar cómo es posible en el interior de una misma práctica discursiva, los individuos, hablen de objetos diferentes, tengan opiniones opuestas, hagan elecciones contradictorias...


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