LA POLíTICA EN EL PSICOANALISIS

Hernando Bernal

Publicado el: 2003-07-07

    


En este trabajo se trata de hacer una separación entre el concepto de política en psicoanálisis y el concepto de política en general...

 

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LA POLíTICA EN EL PSICOANALISIS

Hernando Bernal

http://antares.udea.edu.co/~affectio/Affectio4/politica.html


ABSTRACT

En este trabajo se trata de hacer una separación entre el concepto de política en psicoanálisis y el concepto de política en general, a partir de un texto donde Miller hace un recorrido por el significado del sustantivo «política» en el psicoanálisis, y con ayuda de algunos seminarios de Lacan, particularmente el de La ética del psicoanálisis. Se reflexiona sobre cómo la felicidad devino un factor de la política que se deriva del discurso capitalista, por lo que hay que pensarla en función de la «satisfacción» de la demanda, bajo la promesa de satisfacer el deseo. Alrededor de este concepto, central en la teoría psicoanalítica y en la política moderna, se pensará por qué el deseo del sujeto no es algo colectivizable y cómo el síntoma del sujeto es su política contra la política colectivizable del discurso imperante. Si bien la política del psicoanálisis tiene por vocación cambiar en algo la economía de goce del sujeto, el psicoanálisis no busca gobernar el plus de goce, sino elucidarlo.



1. El sustantivo «política».

No deja de ser sorprendente que desde un texto tan temprano como es el de La familia (1938), Lacan ya alude a la política como tema de reflexión en su pensamiento, en la medida en que, según su tesis expuesta allí, las catástrofes que se presentan en la política son un efecto de la declinación de la imago paterna.(1) Pensar los problemas relacionados con la política se corresponde bastante bien con el deber que le toca al psicoanálisis en el mundo, deber en el que Lacan lo comprometió desde su Acto de fundación de la Escuela Francesa de Psicoanálisis, el 21 de junio de 1964. Dice allí:



"Es mi intención que este título represente al organismo en el que debe cumplirse un trabajo _ que en el campo que Freud abrió, restaure el filo cortante de su verdad_ que vuelva a conducir a la praxis original que él instituyó con el nombre de psicoanálisis, al deber que le toca en nuestro mundo, que, mediante una crítica asidua, denuncie sus desviaciones y sus compromisos que amortiguan su progreso al degradar su empleo".(2)



Que los psicoanalistas se comprometan con los problemas del mundo, con las cosas que suceden en él y sobretodo en la medida en que la sociedad padece de un malestar que le es inherente y que, además, se multiplica por el hecho de que la civilización incluye en ella el discurso de la ciencia y sus efectos, es a lo que Lacan nos invita. ¿No suena todo esto a una «plataforma política» del psicoanálisis?

Entonces, ¿política del psicoanálisis o psicoanálisis de la política? Para poder responder a esta pregunta _ tema del próximo seminario de Francois Leguil_ es necesario tener claro cuál es el significado del sustantivo «política» en el psicoanálisis. Para esto me apoyaré en un texto de Jacques_ Alain Miller publicado en la página Web en inglés de la Escuela Europea de Psicoanálisis, titulado Seminario de política lacaniana.(3) En este texto Miller nos dice que hay tres maneras de entender el sustantivo «política» en el discurso de Lacan:

Primero que todo, hay la política en general, es decir, las opiniones y comentarios de Lacan acerca de la política. En sus textos se pueden pesquisar una serie de explicaciones referentes a las democracias de los pueblos y el partido comunista. En el transcurso de su enseñanza, Lacan no se negó la oportunidad de producir doctrinas sobre el capitalismo y, según Miller, hasta ofreció una doctrina del poder fundada en el psicoanálisis. Miller también nos dice que incluso las construcciones, los matemas de Lacan, conciernen y son del registro de la política en general, asunto este que si bien me resulta enigmático, me hace pensar en las políticas del psicoanálisis para alcanzar el estatuto de ciencia, es decir, para ser reconocido como un discurso a la altura de la física y las matemáticas modernas. El matema, en la medida en que permite y facilita la transmisión del discurso psicoanalítico de una manera más coherente y formal, tiene como propósito elevarlo a la dignidad de ciencia. Esto tiene, por consiguiente, un alcance político para el psicoanálisis.

La segunda manera de entender el sustantivo «política» en el psicoanálisis tiene que ver con la introducción de la política dentro del discurso psicoanalítico, es decir, todo lo concerniente a la posición de Lacan, y de los analistas en general, en las organizaciones psicoanalíticas; sobre todo la posición delos analistas en la organización internacional que derivó de Freud, y que se designa actualmente por la sigla IPA; también, por supuesto, la posición de los analistas dentro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y sus Escuelas, y en general dentro de toda institución de carácter psicoanalítico. Esta segunda manera de entender la política en el psicoanálisis también abarca la relación de los analistas con sus colegas, los estudiantes, los pacientes y el público en general.

La tercer manera de pensar la política en el psicoanálisis se refiere al tratamiento psicoanalítico. En su texto La Dirección de la cura y los Principios de Su Poder, Lacan dice lo siguiente: "(...)el analista es menos libre en su estrategia que en su táctica.

"Vayamos más lejos. El analista es aún menos libre en aquello que domina (¿?) estrategia y táctica: a saber, su política, en la cual haría mejor en ubicarse por su falta de ser que por su ser".(4) Como se puede observar, Lacan hace uso aquí de la tripartición «táctica», «estrategia», y «política» dentro del marco de la dirección de la cura. Miller nos dice que el propósito de Lacan aquí es situar a la interpretación al nivel de una táctica específicamente clínica, es decir, un procedimiento o maniobra de la dirección de la cura. Lacan tampoco dudará en calificar como político el pensamiento y la argumentación acerca de las metas de la cura analítica, es decir, todo lo relacionado con el fin de análisis y el procedimiento del pase. La política para la cura se puede decir que abarca y designa tanto los objetivos de la formación de los analistas como la conclusión de la cura, por eso estos temas también se incluyen dentro de esta tercera acepción de «política», es decir, la que se relaciona con el tratamiento psicoanalítico.

De estos tres registros de la política en el psicoanálisis, el segundo es el más apropiado para designar lo que Miller denomina «política lacaniana», es decir, todo lo que se relaciona con la política del analista dentro de sus instituciones. Si se repasa la historia del psicoanálisis, desde Freud hasta Lacan, con todos los acontecimientos que en ella han tenido lugar, se observará que se trata de una historia llena de accidentes. La sola carrera de Lacan en el psicoanálisis contiene toda una serie de eventos en los que el impacto de la política está muy presente, y incluso es insistente. De todos estos eventos _ que es necesario entender, ordenar y organizar con el propósito de intentar sacar sus consecuencias_ Miller nos dice que se podría extraer una «política lacaniana» que ayude a entender los futuros acontecimientos dentro de las instituciones psicoanalíticas.(5) Ahora bien, lo interesante de toda esta historia tan tormentosa del psicoanálisis lacaniano, es la pregunta que se hace Miller en este texto electrónico:



"¿Hay principios políticos que pueden deducirse válidamente de esta sucesión de eventos? ¿Hay, por ejemplo, algunas interdicciones que podrían deducirse de él? ¿Hay cualquier consejo que podría inspirarnos? ¿Hay lecciones que podrían inspirarnos en la conducta de cosas por venir? Más allá de los eventos y principios, hay, en tercer lugar, una pregunta que nosotros no podemos evitar preguntarnos. ¿Qué, en esta serie de eventos que pueden darse, (...) se mantiene fiel a la propia estructura de la disciplina psicoanalítica? ¿Por qué la presencia de esta disciplina en el tiempo toma la forma de semejante historia? ¿Puede la forma de esta historia referirse a la disciplina como tal y a su estructura, incluso hasta un defecto dentro de esta disciplina, si se ha estimado que esta historia es, en definitiva, en un todo "lamentable"? El punto de vista que yo estoy tomando esta tarde me impide validar este adjetivo que vino a mi mente. La idea de que esto sería lamentable no es lo que me dirige. ¿Por consiguiente, qué, en esta historia, puede posiblemente concernir a la estructura de la disciplina?"(6).



Todas estas preguntas son, indudablemente, de gran actualidad, y considero que apuntan a pensar, en última instancia, el real en juego en toda asociación de analistas, es decir, el real en juego en la estructura y los discursos. Resumiendo: el psicoanálisis requiere de una política a tres niveles: primero, para situarse frente al malestar en la cultura, y entonces aquí cabrían todas las reflexiones de Lacan acerca del discurso capitalista, el comunismo, las democracias, etc.; segundo, al nivel de la vida institucional y por lo tanto todo lo relacionado con las políticas de las instituciones analíticas y la accidentada historia del psicoanálisis; y tercero, al nivel de la clínica en sus diferentes aspectos: la dirección de la cura, la interpretación, el final del análisis, el pase, etc.



2. Política y goce.

Al margen de esos tres niveles se puede decir que si hay un rasgo que distingue la política en el psicoanálisis con relación a la política en general, es que aquella tiene en cuenta lo real, es decir, el goce que circula en los vínculos humanos, el goce que habita en todo discurso. La política corriente, en cambio, lo que busca es regular las formas de goce del sujeto en el ámbito de lo colectivo. El tratamiento del goce será entonces uno de los elementos que nos permitirá distinguir la política del psicoanálisis de la política en general, pero para hacerlo tenemos que hacer un rodeo por lo que se puede llamar, en principio, el reverso de la voluntad de goce: la demanda de felicidad.

La promesa de felicidad es algo que se ha vuelto imprescindible en el mundo contemporáneo. El ejercicio mismo de la política se ha convertido en una manera de gerenciar la felicidad. Pero la demanda de felicidad no sólo la hacen los gobernados a sus gobernantes, sino también los analizantes al psicoanalista. ¿Cómo se sitúa entonces él frente a esta demanda? ¿Y cómo el gobernante? Dice Lacan en La ética del psicoanálisis: " ...¿el final del análisis es lo que se nos demanda? Lo que se nos demanda debemos llamarlo con una palabra simple, es la felicidad. Nada nuevo les traigo aquí _ una demanda de felicidad, de happiness como escriben los autores ingleses en su lengua, efectivamente, de eso se trata." (7) Después agrega que "...la felicidad devino un factor de la política. (...) _ No podría haber satisfacción para nadie fuera de la satisfacción de todos." Este imperativo define bastante bien lo que se puede denominar la «política de la felicidad» en la contemporaneidad. Es más, el éxito del discurso político se debe en gran medida a las promesas de felicidad que siempre adelanta y que se ven aparecen bajo las más variadas formas: bienestar para todos, mejores salarios, más servicios de salud, más y mejor educación, incremento en la seguridad, etc. Al parecer, exactamente todo lo imposible de realizar es lo que promete el político, como si supiera muy bien a dónde apuntan los anhelos de los gobernados, es decir, exactamente al lugar opuesto a donde va el deseo del sujeto. Así pues, la felicidad, transformada en un factor de la política, se sitúa al nivel de la satisfacción de las necesidades para todos los hombres. Más exactamente, la política que se deriva del discurso capitalista, hay que pensarla en función de la «satisfacción» de la demanda, bajo la promesa de satisfacer el deseo.

De nuevo nos hallamos ante la dialéctica de la demanda, la necesidad y el deseo, la cual es necesario aclarar si quiere sacar las consecuencias de las proposiciones expuestas. Miller, en Lógicas de la vida amorosa(8), nos dice que existen dos tipos de demanda: una que se sitúa al nivel de la necesidad y otra a nivel del amor. La necesidad tiene un carácter natural _ alimento, calor, etc._ , pero el psicoanálisis constata que la necesidad no se conoce más que a través de una demanda, una demanda dirigida a un Otro que satisface esa necesidad originaria. Ese Otro es un Otro que tiene lo necesario para satisfacer la necesidad. Pero junto al Otro que tiene también hay Otro que no tiene. Es a este Otro que no tiene al que se dirige la «demanda de amor». Entre estas dos demandas se sitúa el deseo.

Entonces, hay una transformación de la necesidad en demanda, y un resto que es el deseo. Ahora bien, lo que sucede es que la pulsión es ella misma una demanda, es una forma de demanda. "La distinguimos en tanto encontramos en la experiencia analítica una demanda que no podemos interpretar; donde no hay que interpretar. Hablamos de deseo cuando encontramos, al contrario, una demanda que podemos interpretar."(9) Esta demanda que «habla» se distingue de otra que «no habla», una demanda silenciosa: esta es la pulsión. Así pues, el deseo y la pulsión son dos momentos de la demanda.

Freud ubica a la pulsión como el reverso del deseo cuando dice que el deseo nombra un estado de «insatisfacción» fundamental en el sujeto, en cambio la pulsión nombra un estado de «satisfacción», es decir, que la pulsión siempre logra satisfacerse. "Así como podemos definir el deseo como algo siempre insatisfecho, (el) concepto de pulsión es de algo que siempre es satisfecho."(10) Por esto Lacan, en Televisión, va a decir que "El sujeto es siempre feliz". Esta idea es una subversión de la noción que tenemos corrientemente sobre la felicidad. Lo que Lacan nos dice aquí es que el sujeto es siempre feliz en el nivel de la pulsión en tanto que esta es siempre satisfecha. La «satisfacción de la pulsión» es lo que Lacan formalizará como el objeto a en su versión de «plus de goce». Así pues, podemos definir a la pulsión como una demanda siempre satisfecha, que produce un plus de goce, en la medida en que hay un éxito constante en la satisfacción de la pulsión. Entonces hay que distinguir entre dos tipos de querer, dos tipos de voluntad: el deseo y la pulsión. Pero lo que Lacan nos enseña es que el deseo designa siempre una infelicidad, una insatisfacción. "El deseo es articulado a una falta, mientras que del lado de la pulsión hay felicidad. Una felicidad que no se conoce a sí misma, pero que es una felicidad."(11)

Resumiendo: la pulsión es algo que en el hombre siempre se satisface positivamente, pero esa manera de satisfacerse le hace mal al sujeto. El sujeto neurótico, por ejemplo, es aquel cuya pulsión se satisface en los síntomas. Es en este contexto que el analista aparece como aquel que se ofrece a recibir la demanda de felicidad, pero el analista ya sabe que la demanda, como dice Lacan, "está a la vez más allá y más acá de ella misma, articulándose con el significante, ella demanda siempre otra cosa, en toda satisfacción de la necesidad exige otra cosa..."(12) Ahora bien, los pacientes llegan con la aspiración de ser felices... ¡cuando ya lo son! Es una paradoja: Demandan felicidad cuando ya gozan de la felicidad que les brinda la satisfacción de la pulsión en el síntoma. Por lo tanto, si algo sabe el analista, de lo poco que debe saber, es que responder a la demanda no resuelve la aspiración del paciente.



"...la aspiración del paciente se quiebra en una nostalgia irreductible en torno al hecho de que en modo alguno podría ser el falo y que, por no serlo, sólo podría tenerlo, en el caso de la mujer, con la condición de la Penis_ neid, y en el del hombre, de la castración.

"Esto es lo que conviene recordar en el momento en que el analista se encuentra en posición de responder a quien le demanda la felicidad. La cuestión del Soberano Bien se plantea ancestralmente para el hombre, pero él, el analista, sabe que esta cuestión es una cuestión cerrada. No solamente lo que se le demanda, el Soberano Bien, él no lo tiene, sin duda, sino que además sabe que no existe. Haber llevado a su término un análisis no es más que haber encontrado ese límite en el que se plantea toda la problemática del deseo." (13)



No es necesario entonces ser psicoanalista para advertir que hay una falla entre el deseo del sujeto y su demanda. Lo demuestra el hecho de que los sujetos desean mantener sus síntomas como si buscaran algo diferente a estar mejor, es decir, ellos son felices con sus síntomas, se satisfacen con ellos. Esta es la reacción terapéutica negativa. El Soberano Bien que el sujeto viene a buscar a un análisis, él ya lo tiene, sólo que no lo sabe. De todos modos, hay que prestarle mucha atención a la demanda, porque ella obliga a tomar muy en serio la relación del sujeto con el lenguaje.

En el psicoanálisis la problemática del deseo es central, cómo lo es también para la política moderna. Y cuando se habla de la política moderna se hace referencia a ese discurso que necesariamente hay que enmarcar dentro del discurso de la ciencia en unión con el mercado, es decir, el discurso capitalista. Es al nivel de lo económico donde se puede encontrar aquello que promete la felicidad a los sujetos en nuestra sociedad contemporánea. Existe una relación estrecha entre la ciencia y el mercado:



"El mercado explota una característica principal del sujeto hablante: el deseo. Bajo su forma capitalista hace creer a los sujetos que si desean es porque les falta eso que es conveniente para su goce, que es lo que les promete. En esta empresa enrola a la ciencia, que se encarga de inventar el objeto que él coloca... en el mercado. El resultado es conocido: la fabricación de sujetos correlacionados a un más de goce, que se dirigen a él sin pasar por el compañero."(14)



El mercado entonces promete el objeto de deseo del sujeto, aquel que se cree que le hace falta para ser feliz, lo cual genera a su vez un «plus de goce». De aquí surge ese consumismo alocado del proletario moderno cuyo deseo es relanzado por el capitalismo con la ayuda de cada nuevo objeto que sale al mercado. Lo relanza porque no hay el objeto que venga a satisfacer el deseo, pero el mercado hace creer al sujeto con su propaganda que debe comprar ese nuevo objeto que ha salido al mercado para satisfacer su deseo y así ser feliz. ¿Acaso la política moderna no opera igual con el deseo del sujeto? Tal vez lo único que la separa del discurso de la ciencia es que el objeto prometido por éste lo encuentra el sujeto en el mercado, en cambio, las promesas del discurso político... no todas se llevan a cabo.(15) De todos modos, en ambos casos, ya sea que se satisfaga o no, el deseo es relanzado y la demanda se vuelve cada vez más imperiosa.

En la historia del psicoanálisis ha habido orientaciones que han puesto al analista en posición de responder a la demanda de felicidad del sujeto. Son orientaciones que han hecho girar todo el logro de la felicidad alrededor del acto genital. Pero si ni siquiera esto lo tiene le analista para dar, entonces ¿qué da? Lo que tiene el analista para dar "...no es más que su deseo, al igual que el analizado, haciendo la salvedad de que es un deseo advertido.

"¿Qué puede ser un deseo tal, el deseo del analista principalmente? A partir de ahora, podemos de todos modos decir lo que no puede ser. No puede desear lo imposible"(16) Así pues, si hay algo contrario a la política de la cura, esto es el establecimiento de una relación dual entre el analista y su analizante, relación que existiría en la medida en que se responda a la demanda de felicidad. O como dice Eric Laurent en su texto La familia moderna: "Es saber precisamente, que el psicoanalista es ése cuya función política, es de recordar que el universal no arreglará jamás más cuestiones, que el goce en su particularidad más abominable. Está ahí como protestación contra el ideal: más querramos los ideales, más fabricamos el mal, lo que Lacan llamó «representación exaltada del mal»"(17)

Ahora bien, si los pacientes recurren al psicoanálisis con la esperanza de acceder a la posibilidad de una felicidad sin sombras, y si bien el análisis puede permitir al sujeto ubicarse en una posición tal que las cosas le vayan bien, hay algo contra lo cual estos propósitos se revientan: la instancia moral del hombre, esa que Freud denominó el superyó, y que es de una economía tal que "cuantos más sacrificios se le hacen tanto más exigente deviene."(18) Este desgarro del ser moral no está permitido al analista olvidarlo en su práctica, puesto que dicho olvido puede llevarlo a, verdaderamente, prometer el ideal de la felicidad, y así conducirse como un político corriente. Dice Lacan:



"...la dialéctica de la demanda, de la necesidad y del deseo, ¿es acaso sostenible reducir el éxito del análisis a una posición de confort individual, vinculada a esa función con toda seguridad fundada y legítima que podemos llamar el servicio de los bienes? _ bienes privados, bienes de la familia, bienes de la casa, y también otros bienes que nos solicitan, bienes de la profesión, del oficio, de la ciudad.

"Podemos hoy en día cerrar tan fácilmente esa ciudad? Poco importa. Cualquiera sea la regularización que aportemos a la situación de quienes concretamente recurren a nosotros en nuestra sociedad, es harto manifiesto que su aspiración a la felicidad implicará siempre un lugar abierto a una promesa, a un milagro, a un espejismo de genio original o de excursión hacia la libertad, caricaturicemos, de posesión de todas las mujeres por un hombre, del hombre ideal por una mujer. Hacerse el garante de que el sujeto puede de algún modo encontrar su bien mismo en el análisis es una suerte de estafa"(19)



Es como preguntar: ¿está el discurso analítico al servicio del discurso, diré político, imperante? Lacan responde que no: "No hay ninguna razón para que nos hagamos los garantes del ensueño burgués."(20) El ensueño burgués, tal y como lo entiende Lacan, consiste en promover, hasta sus últimas consecuencias, el ordenamiento universal del servicio de los bienes, movimiento en el que se arrastra hoy en día a todo el mundo, dando muestras claras de cómo la exigencia de felicidad, al pasar al plano político, tiene consecuencias. Pero, "El ordenamiento del servicio de los bienes en el plano universal no resuelve sin embargo el problema de la relación actual de cada hombre en ese corto tiempo entre su nacimiento y su muerte, con su propio deseo..."(21) Sólo existe el discurso psicoanalítico como aquel que es capaz de ofrecer al hombre la posibilidad de resolver el problema de la relación con su propio deseo, de tal manera que lo enfrente con la realidad de la condición humana. Así pues, "La ética del análisis no es una especulación que recae sobre la ordenanza, sobre la disposición, de lo que se llama el servicio de los bienes. Implica, hablando estrictamente, la dimensión que se expresa en lo que se llama la experiencia trágica de la vida."(22)

Se puede entonces delimitar a partir de ahora dos campos de acción de la ética _ léase también política_ tradicional y la ética del psicoanálisis: la una al servicio de los bienes, la otra al servicio del deseo, núcleo de la experiencia de la acción humana y sobre el cual es posible hacer un juicio ético: "_ ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita?"(23) Justamente es a este polo del deseo que se opone la ética tradicional, la ética de la política moderna, de la cual se puede decir que forcluye el deseo. Es verdad que lo explota, lo usa para sus fines, es a él al que dirige sus promesas, pero lo forcluye porque de la estructura del deseo, nada quiere saber; además, no le conviene, porque entonces sería su fin. Por eso Lacan concluye diciendo _ aludiendo a Alejandro llegando a Persépolis al igual que Hitler llegando a París_ : "La moral del poder, del servicio de los bienes, es _ En cuanto a los deseos, pueden ustedes esperar sentados. Que esperen."(24)

Una parte del mundo se orienta entonces resueltamente en el servicio de los bienes _ es a lo que apunta la política de hoy, sierva del discurso capitalista_ rechazando _ dije hace un momento forcluyendo_ todo lo que concierne a la relación del hombre con el deseo. Es esta oposición entre el deseo y los servicios de los bienes _ es decir, entre el deseo y la demanda_ lo que le da un lugar al psicoanálisis, a su ética y a su política, en la medida en que sabe que la posición del hombre ante los bienes es tal que su deseo no está en ellos. El polo del deseo es el polo donde se puede medir la incidencia política del psicoanálisis, en tanto que él está hecho para operar la salida a los impasses que produce el discurso capitalista y el discurso de la política a nivel del deseo y las demandas de felicidad del sujeto.

El deseo del sujeto no es algo colectivizable. Mientras que el discurso político busca hacer funcionar un «para todos», el discurso del psicoanálisis apunta a la pura diferencia, a lo imposible de universalizar. Esto imposible de universalizar _ lo real en juego en todo discurso_ es lo que para el político resulta insoportable en tanto que lo que quiere es gobernar, gobernarlo todo, es decir, él siempre apunta al "todo gobernable" _ lo cual hace de gobernar una de las profesiones imposibles, junto con educar y psicoanalizar_ . Es en este sentido que se dice que la política también apunta a regular los modos de goce de los sujetos, poniéndolos a gozar a todos de la misma manera, lo cual es objetado por el malestar social. El nombre de ese malestar en cada sujeto se denomina «síntoma». Por tanto, se podría decir que el síntoma es la política del sujeto contra la política colectivizable del discurso imperante. La política del psicoanálisis tiene entonces por vocación cambiar en algo la economía de goce que se establece entre el sujeto, objetor del goce universalizado, y el discurso, administrador de dicho goce. Con una gran diferencia: el psicoanálisis no busca gobernar el plus de goce, sino elucidarlo. Y en esa elucidación, separar al sujeto del malestar producido por las demandas del discurso dominante, hasta producir "la condición absoluta, el "eso y nada más", el objeto que no tiene equivalente, que no es colectivizable, porque no vale para nadie más. Desde ese momento, el psicoanalista, en el sentido de psicoanalizado, es aquel que asume con conocimiento de causa su imposible de universalizar. No sale del mundo por ello, pero es ahí por donde se separa de las prescripciones del discurso corriente y por lo que se hace una causa de esta separación."(25) Considero que es a partir de aquí que se puede empezar a pensar en la incidencia política del psicoanálisis, es decir, si el psicoanálisis tiene o no una incidencia política en los discursos modernos.



Citas

1 Lacan, Jacques. La familia. Argentina: Homo Sapiens, 1977. p. 112_ 13.

2 Ibid. "Acto de Fundación". Fascículos de Psicoanálisis. El cartel en el Campo freudiano. Argentina: Eolia. p. 5.

3 http://www.amp-esp.org/FRAMSET/NAVI_CUR.HTM

4 Ibid. "La dirección de la cura y los principios de su poder". Escritos 2. México: Siglo Veintiuno Editores. 10ª edición. 1984. p. 569_ 70.5 Para comprender la historia de Lacan en y con las instituciones psicoanalíticas, los remito al texto de Jacques_ Alain Miller que lleva por título Escisión, excomunión, disolución. Tres momentos en la vida de Jacques Lacan, donde el autor establece los documentos y la cronología de las causas inmediatas que llevaron a la escisión de la Sociedad Psicoanalítica de París _ que desembocó en la creación de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis_ , de la excomunión de la que fue objeto Lacan, y de la disolución de la Escuela Freudiana de París en 1980.

6 http://www.amp-esp.org/FRAMSET/NAVI_CUR.HTM

7 LACAN, Jacques. La ética del psicoanálisis. 1959_ 60. Libro 7. Buenos Aires: Paidos. 1988. p. 348.

8 MILER, Jacques_ Alain. Lógicas de la vida amorosa. Buenos Aires: Manantial, 1991.

9 Ibid. p. 52.

10 Ibid. p. 53.

11 Ibid. Seminario el deseo de Lacan. San José: Atuel_ Anafora, 1997. p. 32.

12 LACAN, Jacques. La ética del psicoanálisis. 1959_ 60. Libro 7. Buenos Aires: Paidos. 1988. p. 350_ 51.

13 Ibid. p. 357.

14 SAURE, Marie_ Jean. "Psicología clínica y psicoanálisis". Trazos #1. Medellín: Bios Editores. 1997. p. 88.

15 ¿Acaso aquí, la posición del político se parece a la del analista, en la medida en que no responde a la demanda de sus gobernados una vez que está en el poder?

16 LACAN, J. Ibid. p. 358.

17 LAURENT, Eric. "La familia moderna". Registros. Año 4 _ Tomo Amarillo. p. 30.

18 LACAN, J. Ibid. p. 361.

19 Ibid.

20 Ibid. p. 362.

21 Ibid.

22 Ibid. p. 372.

23 Ibid. p. 373.

24 Ibid. p. 375.

25 SOLER, Colette. "Incidencia política del psicoanalista". Analecta #4_ Noviembre de 1993. Caracas: Boletín de la Biblioteca ECFC.



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